miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nada es lo que parece... o si? (N0CH3)

La palabra correcta seria: Asombroso.
Una oficina cualquiera, una mañana cualquiera y una pelea cualquiera entre compañeras.
Dos de ellas, Amanda y Rocío, se engancharon del pelo. Luz aporreando la mesa histéricamente mientras gritaba tonterías, Leonor andaba nerviosa por el pasillo mientras juraba por lo bajini en arameo y daba unas caladas a su cigarrillo , María se las tenía a golpes con la mesa y Cristina decidió gritar en el baño, en su caso, era lo más parecido al canto de las ballenas, pero a lo bestia. Aquella escena era más propia de una clase de parvulario que de una oficina. Y todo por un hombre. Mi jefe. Y por la fiesta de la noche anterior. Su cumpleaños. Que majete, invitó a todo el departamento, bueno no, rectifico, obligó a todo el departamento con la firme amenaza de no subir el sueldo en dos años a quien no acudiese. Claro que, para él era un lujo, no había ni un solo hombre más en la oficina. ¡Ja!, menuda fiesta.
Izan (siempre me ha gustado este nombre, jejeje) era un hombre que no pasaba desapercibido ni mucho menos, alto, fibroso, atractivo, bien vestido, muy educado y, muy atento con sus empleadas, (Vamos el hermano malo del diablo, jijiji). Demasiado atento, el bandido. Tan atento que, todas ellas algún día se habían encerrado en el despacho con él durante un par de horas. Pero no te vayas a creer que entraron todas a la vez, no, eso ya daría mucho el cante, y se abandonaría el trabajo, y él, ante todo era un “gran profesional”, – aunque no siga ese refrán que dice : “Donde pongas la olla no metas la…”, bueno, ya me entiendes-.
Todas menos una, yo, (esto de llevar ahora el rol de tía es cuanto menos interesante) que ya estaba convencida de que pronto me pondría de patitas en la calle por no…, colaborar en este tipo de tareas, extras, por llamarlo de alguna forma. Lo mismo que le ocurrió a Filiberta, Fili para los amigos (que cursi), claro que, la mujer no estaba para muchos trotes a sus sesenta y cinco años, total iba a jubilarse ya.
De pronto, se hizo el silencio. Izan estaba en la entrada de la oficina observando con su sonrisa característica, el espectáculo.
Buenos días, dijo con su voz grave y aterciopelada-
Y como por arte de magia, instantáneamente, todas se sentaron en sus respectivos puestos atusándose el pelo y respondiendo al saludo de Izan, sonriendo abierta y amablemente, como si allí no hubiese pasado nada. Yo ya llegué a pensar si todo aquello que acababa de ver no habría sido producto de un sueño, y haciendo un copygrith del mentalista Anthony Blair me dije a mi misma: “No le des más vueltas, no tiene sentido”, y me dispuse a empezar con mi jornada cuando de repente…
Julia –inquirió mi jefe -
¿Si?- respondí-
¿Puede venir un momento, por favor?
Y diciendo esto pasó al interior del despacho. Tierra trágame –pensé, veras tú este ahora-.
Por un lado el silencio invadió la oficina. Por otro, las miradas de mis ¿compañeras?, se clavaron en mí. Ya le hubiese gustado al maestro Hitchcock haber conseguido tanto suspense para una de sus películas como el que se respiraba allí en ese preciso momento. Era la primera vez que mi jefe me llamaba a su despacho y yo, empezaba a intuir el por qué.
En pocos segundos estaba en el despacho.
-Cierre la puerta, por favor
Obedecí.
Izan miraba a través de la cristalera.
-Me gusta la lluvia –dijo como hablando para sí mismo- Siéntese, por favor.
Me acerqué a la mesa al mismo tiempo que el tomaba asiento en su, comodísimo y ajetreadísimo sillón. Me senté.
Julia –dijo clavando su mirada en la mía- ¿Se encuentra usted a gusto trabajando en esta oficina? ¿Le gusta su trabajo?
- Si, me gusta – respondí -
- Le gusta – repitió inclinándose en el respaldo de su asiento- Pero ¿se encuentra a gusto?
Yo, ya empezaba a cansarme de preguntas estúpidas teniendo tanto trabajo como tenía de manera que, decidí que si pensaba despedirme o hacerme una proposición deshonesta u honesta, depende del cristal y desesperación con el/la que se mire, respondí:
- Bueno, no es el Edén, pero sí, me encuentro a gusto.
Izan soltó una carcajada. Y yo me imaginé la situación fuera del despacho, ya no sabía que era mejor, si seguir allí dentro con el ligón, por llamarlo finamente, o salir al ruedo con las leonas de mis “compañeras”
- ¿Ha estado usted en el Edén pasa saber cómo se encuentra uno?
Preferí guardar silencio sonriendo levemente y no mandarlo a darse una vueltecita, por su incisiva gracia.
- Anoche –prosiguió- Se marchó pronto de la fiesta, ni siquiera se despidió, ¿Se encontraba indispuesta?
- Una persona no se marcha de una fiesta solo porque se encuentre indispuesta, pueden ser varias las razones y una de ellas, es por la que yo me fui. Siento no haberme despedido, de usted. Respondí en la misma línea y tono que él había marcado.
Se hizo el silencio.
Ya –respondió finalmente-. Bueno, no tiene importancia. Puede volver a su puesto. Gracias.
Asentí, me levanté y salí de allí aliviada, pero solo por el momento, hasta que abrí la puerta y vi a mis “compañeras” mirándome de reojo. Poco después, me encontraba en mi lugar dispuesta a empezar con el trabajo cuando volví a escuchar la voz de Izan, esta vez llamaba a Amanda. Ella se atusó el pelo, la falda, y se desabrochó un botón de la blusa. Antes de entrar al despacho sonrió maliciosamente a Rocío, con la que se había enganchado momentos antes. Cerró la puerta.
- La mato, la mato, la mato… –escupía una y otra vez Rocío al mismo tiempo que daba a la barra espaciadora del teclado, como si la quisiera romper-.
Observé como las demás agacharon la cabeza y continuaron trabajando. A Rocío nunca la había visto en ese estado, y la verdad, empezaba a preocuparme. Bueno, me preocupé hasta que se dirigió a mí.
- Y tú – dijo desde su asiento- Ju-li-ta, parecías tonta
La miré, pero en el preciso momento que iba a responderla un no sé qué – porque no lo tenía muy claro dado mi anonadamiento-, se abrió la puerta del despacho, Amanda, con porte serio y paso firme se dirigió hacia su mesa, recogió su bolso y salió de la oficina sin decir una palabra. Su cara lo decía todo.
Rocío!, venga por favor.
La voz de Jorge se dejó oír de nuevo. Me daba en la nariz que la oficina iba a empezar a gozar de un espacio más amplio, jijiji. Intuición femenina, o lógica pura y dura. Claro que, en esta oficina la lógica brilla por su ausencia. Lo dejaremos en intuición.
La muchacha, con una actitud más bien desconfiada, titubeó antes de adentrarse en el despacho que tantas veces había visitado llena de júbilo y, energía, como cuando Heidi correteaba por las bellas praderas de los andes, dando saltitos en busca de Pedro y sus cabritas.
El silencio se hizo patente en la sala, pero solo por un corto espacio de tiempo. Qué poco dura lo bueno –pensé mientras veía como se acercaban de puntillas el resto de mis compañeras a mi mesa-. En ese momento empecé a sentirme como Charlton Heston en “Cuando ruge la marabunta”, excelente película por cierto.
Sospechaba que me iban a someter a un tercer grado y sí, acerté. Nuevamente mi intuición.
Las unas se pisaban a las otras interrogándome sobre mi visita al despacho del “dire”.
¿Qué te ha dicho? ¿De qué habéis hablado? ¿Para qué te quería?
A lo que respondí: Que le gusta la lluvia. De la fiesta. Y que si sé cómo se encuentra alguien en el Edén.
Después de mirarme un tanto extrañadas volvieron corriendo a sus puestos al escuchar cómo se abría la puerta del despacho. Rocío salió de la misma manera que lo había hecho Amanda, que monas ellas dos, pero con un clínex en la mano y un sofocón de padre y muy señor mío, y claro este sofocón no era como los acostumbrados. Repetición de la jugada, coge bolso, chaqueta y sale de la oficina sin mediar palabra. Mi intuición cada vez iba cobrando más fuerza. ¿Quién sería la siguiente? Eso, creo que es lo que nos estábamos preguntando todas. Joder, esto se estaba convirtiendo en una especie de “Matanza en Texas” pero sin sangre, de momento.
Izan salió del despacho con esa media sonrisa suya que parecían haberle dibujado con tinta permanente, estilo hiena.
-Señoritas, hasta mañana. Buenas tardes.
Y con esa amabilidad que le caracteriza salió de la oficina no sin antes guiñarme un ojo. Menos mal que mi mesa esta junto a la puerta de entrada y mis compañeras no pudieron percatarse de semejante, detalle.
Luz, Leonor, María, y Cristina guardaron silencio absoluto hasta que se escuchó la puerta del ascensor. Izan ya se había marchado. En ese momento volvieron las voces y las preguntas:
Luz -¿Qué habrá pasado? Rocío iba llorando ¿la habéis visto?
Cristina – ¡Como para no verla! ¡Y oírla!
Leonor -No sé, no sé, esto no me gusta nada
María- ¡Coño! Se estaban tirando de los pelos! ¿Estáis ciegas? ¿Cómo pueden dar ese espectáculo barriobajero en la oficina?
Luz -¡Aaah claro!, las habrá despedido
Cristina- pues que se jodan! Total, para lo que hacían aquí
Leonor- Pues mira, vas a llevar razón, valientes vagas
María – ¡Y golfas! No te olvides que se han peleado por querer llevarse a la cama a Izan. Anoche también nos fastidiaron la fiesta ¿no os acordáis?
Luz- ¡Como olvidarlo!, vaya espectáculo, borrachas y haciendo striptease… ¡Que poca vergüenza!
Cristina- A ver si aprenden de una vez, el jefe es el jefe, ¡y no se liga con el jefe! ¡Hombre, por dios!
Se volvió a hacer el silencio mientras se miraban unas a otras. Después de dos horas y media de conversación del temita en cuestión, tan elegante y con tanta clase, decidieron ponerse a trabajar. Yo había aprovechado el tiempo y el trabajo me había cundido bastante, diez minutos y se acababa la jornada. Empecé a recoger bártulos, me acerqué a la máquina de café y encendí un cigarro. Al hacerlo, miré por los ventanales. No podía creerlo, al final de la calle, de un hotel vi salir a Izan con Rocío y Amanda agarrada cada una a un brazo de él, parecían felices y contentos, muy contentos. No pude por menos que sonreírme. Había cambiado de escenario y de estrategia. ¡Joder, joder! Con Izan and Company.
Y después de ver lo que estaban viendo mis ojos, empecé a poner en duda si la pelea entre ellas habría sido toda una farsa.

Consulté mi reloj. Hora de marcharse.
Bye bye chicas – me despedí de ellas mientras cogía mi bolso

Moraleja?
Casi mejor lo dejo a tu libre elección.
Me encantara, nos encantara que puedas expresarlo mediante dejar un comentario si te apetece.

N0CH3.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

N0CH3, qué bien escribes, y lo sabes... Pero, me parece que este texto que escribes denota una tensión sexual no resuelta, y eso, no puede ser bueno, a pesar de todo te quiero mamonazo... aunque no se enteren de que eres founder, y digan que me vas a quitar el canal... y que nos llevamos mal y que dejas el chat por mi, te quiero amigo
hellokinki_

Anónimo dijo...

Ainsss...¿Cuando quedamos pa ir a dar un rulo al ARTS?. Ya sabes que me encanta como escribes,me encantas todo tu. (jajajajaja).El resto ya sabes donde te lo diré.Que a un buen amigo como tu no se lo encuentra una todos los dias por ahi.Amigo,una palabra corta, pero larga en muchos significados.Un amigo,te guia por el buen camino,te acompaña en la felicidad y en la tristeza,se alegra de tus triunfos y nunca quiere tus fracasos.Asi que yo tajuntoooooooooooo,muackssss presiosillo.Judyt

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